El sexo en el agua es, sin lugar a dudas, una opción que tenemos que tener en cuenta. Es cierto que, a estas alturas del invierno, se nos puede hacer un poco cuesta arriba pero tenemos que tener muy en cuenta que, en pocas semanas, el sol comenzará a lucir durante largas horas calentándonos a nosotros en todos los sentidos posibles. El buen tiempo, sin duda, favorece nuestra relación con el sexo y, en este contexto, imaginarnos manteniendo sexo en el agua no es, en absoluto, ningún disparate.
El agua, de hecho, es un elemento que, en sí mismo, posee un alto contenido erotizante. A pesar de tratarse de algo ligero, tienen la cualidad de masajearnos, estimularnos e, incluso, arrastrarnos en casi todos los sentidos. Todos hemos prestado una atención especial al tamaño de la ducha o de la bañera a la hora de reservar el hotel de nuestras vacaciones. ¿No es así?
Cuando pensamos en tener sexo en el agua, a todos nos viene a la cabes una piscina privada, o una playa para nosotros solos. Todo esto resulta muy lógico De hecho, la mayoría de nuestras fantasías eróticas se dan en entornos lejanos a nuestra hábitat natural. En realidad, no se trata sólo de salir de la rutina sino de que el aguja, como tal, nos aporta una cantidad de características que ningún otro medio es capaz de aportar.
Si nos ponemos a valorar las cosas positivas y negativas que tendría una sesión de sexo en el agua, casi siempre priman las cuestiones más positivas. Es cierto que el cloro de la piscina o la sal del mar podrían irritar el pene y la vulva cuando se repita intensamente la fricción pero tambo´n es cierto que el agua es un lubricante excepcional que pueden minimizar estos daños.
En cualquier caso, las posibilidades que ofrece el sexo en el agua son, casi, infinitas. Las opciones que nos ofrece un encuentro sexual pasado por agua son tantas que difícilmente se puede optar por renunciar a algo de este tipo. Basta con que valoremos la situación y decidamos qué nos viene mejor.