Nervios y sexo

Los nervios suelen ser un problema es casi cualquier ámbito de la vida. Como no podía ser de otra manera, en el mundo de las relaciones sexuales también lo son. La sensación de ansiedad, de preocupación, en definitiva, de nervios aparecen con frecuencia en nuestro día a día y se manifiestan en nuestras relaciones sexuales. El efecto «pez que se muerde la cola» resulta de lo más habitual. Sucede que un peque o contratiempo en plena relación sexual suele hacer que los nervios aparezcan en el siente encuentro, haciendo que las posibilidades de que algo no funcione bien vayan creciendo de forma exponencial.

El género humano, como mamíferos que somos, reaccionamos ante las situaciones que nuestro cerebro interpreta como peligrosas.  De esta manera, el sistema nervioso  parasimpático se desactiva momentáneamente. Si tenemos en cuenta que el sistema nervioso parasimpático es el que, entre otras cosas, nos permite relajarnos para, por ejemplo, osar de una buena digestión, todo cobra sentido. Y es que la respuesta sexual precisa que el sistema nervioso parasimpático esté active, cuando no sude esto, los nervios aparecen.

Todas las sensaciones de nervios, angustia o ansiedad son percibidas por el cerebro como circunstancias peligrosas que, por lo tanto, desactivan nuestro sistema nervioso parasimpático y, por ello, podemos sufir algunas de las siguientes consecuencias:

  • En ocasiones no se consigue la erección o, si se consigue, se pierde con facilidad. Cuando los nervios entran en juez el pene, que es eructado por las terminaciones nerviosas que maneja el sistema parasimpático, no consigue su objetivo y si lo hace, tienen dificultades máximas en mantenerlos.
  • Las sensaciones de placer también se ven afectadas, haciéndose claramente menores. De nuevo, el cerebro al detectar los nervios, interpreta se que enfrenta ante una situación de peligro y, para ponderes a salvo, desactiva la capacidad de sentir placer. Ahí, por supuesto, a parecen la eyaculación precoz, los problemas de eyaculación o, incluso, la falta de excitación sexual.

Com podéis comprobar, los nervios y el sexo son una mala combinación. Nuestro cerebro está diseñado para percibir estas señales como una amenaza y, por lo tanto, nos «ayuda» ante su aparición.

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