Besos y besos y besos y más besos. SI hay algo que destaca de una forma my especial en la adolescencia de cualquiera es la iniciación al sexo y el descubrimiento de los primeros besos. Besos de todos los tipos. Largos, cortos, grandes, pequeños, en público o a escondidas. Según pasa el tiempo, este tipo de besos pierden la inocencia y, casi siempre, van a compasados de algo más. En realidad, esto sucede en el mejor de los casos, en los casos peores se pierden en los preludios del sexo. El caso es que los besos como objetivo único parecen limitados la época de nuestras vidas en las que nos enfrentamos, desde nuestra juventud, al inicio del sexo.
Una de las cosas que merece la pena destacar de los besos es su aceptación social. La sociedad los admite totalmente y, por ello, no resulta complicado besarse públicamente. La variedad que podemos encontrar en esta forma de relación también es algo que podemos destacar. Pueden ser apasionados o tiernos, obscenos o tímidos. Los límites, en uno u otro sentido, los ponen aquellos que practican. Nadie más.
Por todo ello, resulta una verdadera pena que, según va pasando el tiempo, la práctica de los besos se vaya perdiendo. Son muchos los adultos con pareja que declaran que ni en su vidas afectiva min en la sexual, tienen ya presencia los besos. Es como si, con el paso del tiempo, dejásemos de darle la importancia que tienen a un hecho tan destacable. una verdadera pena, sin duda. Mucho más triste aún es la situación en la que no se han perdido pero se dan o reciben , siempre, de forma totalmente funcionarial.
No existe ningún motivo que justifique la pérdida de este excitante ejercicio con el paso de los años. Algunos se escudan, por ejemplo. en el pudor de ser vistos públicamente o, incluso, en el que les proporciona la propia pareja. EN cualquier caso, nada justifica el hecho de perderse algo que puede ser absolutamente delicioso y que parece que estamos dejando, únicamente, a aquellos que se están iniciando en el mundo del sexo.