Mujeres vestidas, hombre desnudos

La última tendencia en materia sexual cuenta con un nombre bastante aclaratorio: «mujeres vestidas, hombre desnudos». Efectivamente, como cualquier buen observador habrá deducido, la práctica cuenta con mujeres vestidas y con hombres desnudos. La tendencia mayoritaria, hasta ahora, era precisamente la contraria. Las mujeres se desnudan ante uno o varios hombres para su disfrute. Son ellas las que muestran su cuerpo y se prestan a juguetear delante de los hombres para producirles excitación. Son numerosos los lugares en los que esta situación se da normalmente. Sin embargo, puede que la tendencia haya cambiado. Parece que ahora son ellas las que van a disfrutar al contemplar a hombres desnudos. Mujeres vestidas, hombres desnudos.

Se trata, evidentemente, como en cualquier actividad sexual, de que ambas partes disfruten con el sexo. En este caso, son los hombres los que han de participar sintiéndose observados por una o varias mujeres. Se trata de disfrutar del morbo de una horma diferente. Las mujeres son las que permanecerán con sus ropas puestas y son las que llevarán la parte dominante de la situación. observando de la desnudez del hombre. Mujeres vestidas, hombres desnudos.

La práctica de mueres vestidas, hombres desnudos cuenta con muchas posibilidades de ser muy utilizada en las par´chicas BDSM. Se trata de una situación ideal para poner en marcha juegos de dominación en los que el rol de ama sea desempeñado por la parte femenina. Es fácil imaginarse una situación así con una mujer embutida en látex negro mientras el varón, desnudo, se arrodilla chupando, por ejemplo, la punta de su bota de cuero.

También es una práctica que se puede llevar a cabo en grupo. Bien desde el ambiente BDSM, bien desde cualquier otra disciplina. La actitud de sumiso o dominante del varón desnudo frente a las mujeres vestidas no tiene por qué alterar la excitación mutua producida por una situación de este tipo. Son tantas las variaciones posibles que se le pueden dar a esta práctica que sintetizarlas en un texto resulta imposible. o mejor es que, con la idea bien presente, dejemos que nuestra imaginación vuele libre por el territorio más morboso de nuestra sexualidad.

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