Sexualidad compartida (y 3)

Y terminamos nuestra serie de entradas sobre sexualidad compartida tratando de cerrar la exposición del problema que puede llegar a suponer el hecho de no afrontarlo adecuadamente. Las diferencias entre hombres y mujeres en la expresión de la sexualidad son fuente de discusión: el hombre, perfectamente, puede estar enfadado y querer tener una relación sexual para arreglar las cosas. La mujer, generalmente, si está enfadada no tendrá ganas de tener relaciones sexuales. Así como el hombre puede no estar demasiado bien y utilizar el sexo para relajarse, en el caso de la mujer, suele suceder lo contrario. Necesita que las cosas vayan bien y estén causadas por poder tener ganas de relaciones. Evidentemente, siempre puede haber excepciones, ya que hablamos en términos generales.

Y como los ejemplos citados hay muchos relacionados con las peleas que se pueden generar en la sexualidad compartida. Seguro que se te han ocurrido mientras leías una buena lista para completar la nuestra. Resulta obvio que el instinto sexual no tiene nada que ver con la razón, en cambio con nuestra racionalidad, nos cargamos la expresión más «animal» de nuestros comportamientos.

Vamos a concluir enumerando algunos de los asperctos que , en términos generales, podrían constituir una práctica sexual sana:

2 personas implicadas, o más, que están de acuerdo en participar y tienen la edad legal suficiente como para tomar una decisión así y, por lo tanto, no hay abuso de ningún tipo.
–  El objetivo es disfrutar, ya que se busca el propio placer, y se disfruta viendo el placer de la otra persona, compartiendo un espacio de afecto e intimidad.
– L
as personas implicadas expresan asertivamente lo que sí quieren y los límites que tienen, en el caso de existir.
– E
n el momento que alguien no se siente cómodo se para.
– El orgasmo no es obligatorio y no es la última finalidad, se disfruta del camino, de cada caricia, beso o masaje. Si no hay orgasmo no hay frustración, se puede terminar de otra manera o no, el caso es pasarlo bien.
– Todo el mundo tiene claras las normas de participación.
No se piensa, cada uno se deja llevar por lo que le apetece, se siente, se fluye, se disfruta desde los sentidos, tacto, gusto, vista, oído … a gusto de cada uno.
– Se hacen las cosas que gustan y se evitan las que no gustan. Introducir cosas nuevas de vez en cuando, juegos, disfraces, posturas, cambio de lugar, para evitar las rutinas y estimular la motivación, siempre con acuerdo de los participantes.    

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