El mundo de la satisfacción sexual es más grande de lo que podemos imaginar a priori. Se dan, con frecuencia, casos en los que la falta de satisfacción sexual es motivo de problema. Tanto para hombres como para mujeres. Si bien, es cierto, que parece que se da de forma más habitual esta circunstancia entre mujeres.
En ocasiones, sucede que una persona se siente decepcionada tras sus encuentros sexuales. En otras ocasiones, siente como escasos los contactos eróticos que tiene con su pareja. Esta última circunstancia se puede dar desde un punto de vista globar o, en ocasiones, desde algo más concreto como, por ejemplo, la falta de determinado estímulo la adaptación a acciones que no encajan bien dentro de los propios gustos.
En todos los casos, las expectativas no se ven cumplidas en mayor o menor medida. La satisfacción sexual, pues, no está resente en la vida de estas personas y como podemos imaginar, se trata de un problema que condiciona de forma importante la felicidad del individuo. De hecho, este problema, cuando se alargar en le tiempo, tiende a perpetuarse y convertirse en algo crónico que acaba por completo con el deseo sexual.
Ante esta tesitura, hemos tener en cuenta que la satifacción sexual no depende, únicamente, del núero de orgasmos que tengamos. Ni mucho menos. Existen otros factores absolutamente determinantes como pueden ser la frecuencia y la calidad del contacto físico que tengamos con neustra pareja. Este contacto no tiene por qué ser genital. No es necesario. El bienestar sexual no siempre depende de la genitalidad.
Sin embargo, generalmente, como sucede en otras cuestiones relacionadas con los problemas sexuales, son varios factores los que deterinan nuestro problema. La insatisfacción sexual puede guardar relación con asuntos que se limiten al sexo. Por supuesto. Pero también puede tener relación con ostros asuntos que escapen por completo de él.
Los problemas de convivencia con la pareja pueden ser una de las causas. De la misma manera que pueden estar en el origen otro tipo de problemas sociales como, por ejemplo, el estrés que nos provoca determinada circunstancia laboral o algún asunto familiar de diversa índole.