Covid-19: La enfermedad del siglo XXI

La COVID-19, como todos sabemos a estas alturas, ha provocado la primera pandemia global del siglo XXI. Es una enfermedad infecciosa provocada por un tipo de virus. Virus que, hasta el momento, no había sido detectado en seres humanos. Su propagación está yendo a una velocidad enorme. De las consecuencias de esta propagación estamos todos al tanto. La COVID-19 genera una enfermedad a nivel respiratorio que puede tener algunas similitudes con la gripe. Los síntomas más claros son la tos persistente y la fiebre. En los casos más graves puede llegar a provocar la neumonía.

La propagación de este tipo de coronavirus, denominado así por la especie de corona que tiene su contorno cuando se ve al microscopio, se produce, principalmente, por contacto directo con una persona infectada. Con la tos y los estornudos, especialmente, se emiten unas gotículas respiratorias, en forma de saliva o secreción nasal, que trasladan el virus. De esta manera la principal forma de evitar su propagación es evitar contacto físico con personas infectadas. Especialmente hay que ponerse a salvo de su saliva. Por pequeña que sea la cantidad de esta a la que nos expoongamos.
Resulta fundamental, en un momento de pandemia mundial como el que nos ocupa, que nos pongamos a salvo no solo de la COVID-19 sino de la inmensa cantidad de información a la quenos vemos expuestos. El nivel de rigor de determinados medios de comunicación no alcanza el mínimo nivel exigible a esta circunstancia. Lo mismo sucede con la enorme cantidad de pseudoinformación que, con mejor o peor intención, generan a diario las redes sociales.
Resulta lógico que en una situación de confinamiento como la que vivimos, con la amenaza en las calles de este virus, queramos estar permanentemente informados. Lo mejor, sin duda, es acudir a las autoridades sanitarias. La información más veraz nos vendrá de estas fuentes. De esta manera, las páginas web de la Organización Mundial de la Salud o del Ministerio de Sanidad nos transmiten información más fiable que cualquiera de la que podamos encontrar en otros lugares con menos capacidad de acceso a las fuentes o, en algunos casos, no con tan buenas intenciones.

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