¿Por qué no me pongo cachondo? (Parte 2)

No ponerse cachondo con la facilidad con la que se hacía en el pasado es ago que puede suceder. Siempre existe una causa detrás de una situación así. Es conveniente conocer las que se dan con mayor frecuencia para identificarlas cuando se presentan. En nuestra última entrada vimos algunas de las causas por las que alguien podría llegar a preguntarse por qué ya no se pone cachondo. Hoy ampliamos nuestra lista.

No priorizas el sexo. Estamos, simplemente, ante un mecanismo biológico. Es un sentimiento que experimentas. Debido a esto, debes priorizar las cosas que te ponen de humor. A veces se necesita intimidad emocional y tiempo de calidad juntos para emocionarse con el sexo. Otras veces, es posible que debas trabajar en la comunicación en su relación para sentir cómo vuelan las chispas. Al fin y al cabo, eso es sentirse cachondo.

La respuesta a la pregunta «¿por qué no me pongo cachondo?» Muchas veces radica en que con el tiempo dejemos de priorizar el sexo y la conexión con nuestra pareja. Lo que es importante tener en cuenta aquí es que este tipo de priorización no siempre tiene que ser malo. A veces hay cosas más importantes en nuestras vidas que el sexo.

Sin embargo, si caes regularmente en este patrón y crees que tu deseo debería venir como un rayo y golpearte en medio de lavar los platos, probablemente descubras que no es así. Y como resultado, el sexo simplemente no ocurre.

Experimentar ansiedad y depresión suele ser otra de las causas más frecuentes detrás de este tipo de situaciones. Tener ganas de tener sexo a menudo desaparece cuando estamos ansiosos o deprimidos. Y esto tiene mucho sentido. La ansiedad es la forma en que nuestro cuerpo nos dice que estamos en peligro. Y cuando hay una amenaza potencial en el horizonte, el sexo es lo más alejado de nuestras mentes, literalmente.

En cambio, nuestros cuerpos y cerebros están trabajando duro para tratar de protegernos, lo que hace que el deseo se apague por sí solo. La depresión hace que la vida sea gris y sin placer. Incluso las cosas simples como disfrutar de la comida, la música o la serie de televisión que solíamos amar, pueden ser imposibles. Lo mismo ocurre con el sexo.

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