¿Por qué nos atraen las tetas grandes?

A los hombres les atraen las tetas grandes. Esta creencia tiene fundamentos sólidos. Además de sus connotaciones eróticas, el pecho de la mujer nos lleva a nuestra más tierna infancia, al seno donde nuestras necesidades quedaban satisfechas.

Independientemente de su tamaño, el pecho de una mujer es ese lugar donde queremos estar cuando buscamos paz, calor, cariño y protección. Es el auténtico descanso del guerrero. Es, incluso, el refugio que a veces necesitamos, donde nos sentimos seguros, donde nos recuperamos y donde tomamos fuerzas para salir de nuevo a la batalla con potencia renovada.

Además de las necesidades alimentarias y de que el pecho de la mujer es fuente de consuelo y de seguridad, todo ello fruto de su dimensión maternal, hay que añadir la dimensión sexual: el hombre, siempre explorador del órgano sexual femenino, tan celosamente escondido y difícil de alcanzar, se siente encantado entre unos pechos descubiertos, visibles, amables, sugerentes, hospitalarios… fácilmente accesibles. Por su parte, la mujer, a menudo dubitativa también frente a la opción de entregar su sexo, aprovecha el poder que le da su pecho y de hecho lo convierte en una ventaja de seducción.

Por darle una dimensión natural, al igual que los pistilos de las flores, cuanto más protuberantes y coloridos, más atractivos se vuelven para los insectos, el mayor volumen de los pechos los hace más llamativos para los hombres.

Pero el inconsciente se burla a veces de las leyes de la naturaleza. Según el historial personal de cada uno, los hombres no verán siempre el volumen de las tetas como algo decisivamente atractivo. Si la figura de la madre es percibida como sofocante o agresiva, un pecho grande va a reavivar recuerdos menos alegres. Puede recordarle una situación dolorosa entre la omnipotencia maternal y su dependencia de niño. En este caso, el hombre no percibiría los pechos como algo erótico y excitante, sino como un ansiógeno que puede hacer aparecer el fantasma de si estarán o no a la altura de la situación. El temor a no recibir la aprobación le situarán en una situación que impedirá disfrutar del momento.

Por otro lado, la mujer puede ser percibida como agresiva haciendo de sus pechos voluminosos objetos de rivalidad con el hombre. Enseñando su pecho, le muestra que ella también tiene atributos sexuales externos poderosos: cuanto más grandes, más pueden intimidar a su compañero.

Añadimos que lo que puede recordar lo maternal no siempre es sinónimo de erotismo para el hombre. Lo que nos lleva a hacer el amor moviliza también fantasmas, más raros unos que otros. Entre ellos, el fantasma edípico del niño que quiere rivalizar con su padre y poseer a su madre puede salir a relucir ante la dimensión maternal de los pechos.

Por otro lado, en el momento de los preliminares, el hombre, a menudo se divierte mamando los pechos, mordisqueándolos… El hombre puede sorprenderse a sí mismo al encontrarse de súbito en la posición de un bebé enterrado en ese pecho generoso. Al mismo tiempo y en las mismas circunstancias, ciertas mujeres pueden sentir un repentino terror al tener la impresión de estar alimentando a un bebé, en lugar de estar haciendo el amor con un hombre.

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