El sexo y la felicidad

Que el sexo y la felicidad están unidos es algo que, desde hace algún tiempo, tenemos asumido en las sociedades occidentales. Desde que el sexo está presente en todos los medios, nos han bombardeado con esta información que, además, como nos conviene, todos hemos dado siempre por buena. Sin embargo, parece que las cosas no son tal y como nos contaron. Al menos eso es lo que piensan en la Carnegie Mellon University, prestigiosa universidad de Estados Unidos, que acaba de publicar un estudio según el cual el aumento en el número de relaciones sexuales no necesariamente supone un incremento en el nivel de felicidad de quienes las ponen en marcha.

Para poner en marcha el estudio, procedieron a seleccionar una muestra compuesta por diferentes parejas que fueron asignadas, de forma aleatoria, a un grupo en el que se intervenía para duplicar su número habitual de relaciones sexuales o a un grupo de control que no sería intervenido sexualmente y que, por lo tanto, continuaría con su rutina sexual habitual. Como es habitual en estos casos, antes de proceder a desarrollar el experimento, los participantes pasaron una serie de test de personalidad, ansiedad, salud física y mental y un largo etcétera entre los que se incluía el deseo sexual y el nivel percibido de felicidad.

Durante el estudio se repitieron diariamente los tests mencionados. A la vista de los resultados, y una vez finalizado el experimente, tras analizar los miles de ítems que recogían los formularios de recogida de datos rellenados por los participantes, las conclusiones a los que llegaron los investigadores sobre la relación entre el incremento de sexo y la felicidad no son los que, a priori, todos podíamos esperar. Parece que el aumento de las sesiones de sexo derivó en una disminución del deseo sexual así como en una disminución de la capacidad de disfrutar con el mismo.

Parece pues, al contrario de lo que pensábamos, que una vez cubierto las necesidades sexuales básicas de cada persona, el aumento de la frecuencia sexual supone un menor disfrute de la experiencia sexual en sí misma, así como un significativo decrecimiento en la libido del individuo.

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